Aquí tienen una pequeña recopilación de cuentos de
índole folclórica, que parecen en la colección fantástica “Cuentos y leyendas
populares de la Argentina” de Vidal de Battini. Después de cada cuento hay una
descripción de la persona que contribuyó al cuento. Incluyo las notas que
acompañan el texto de Vidal de Battini. Verdaderamente sirven estos
cuentos como una demostración del castellano sanjuanino en un contexto bien
criollo y de raigambre cuyana. Mantuve la ortografía fonética de Vidal de
Battini, así que por estau, léanse
estado, aonde por a donde, etc.
Un bien con un mal se paga
Que eran dos
bueyes que sabían andar en un campo. Por áhi viene un tigre y que se comió uno.
Un día, el güey que quedó solo, que oye que un animal bramaba. No se daba cuenta
qué animal podría ser. ―Ha de ser mi compañero ―que dice.
Créiba que
era el alma del buey muerto. Se acercó aonde se óiba el bramido. Había siu un
tigre que había estau de espaldas entre unas piedras, áhi, encajau.
Dicen que el
tigre caendo de espaldas no puede dar vuelta, que es muy duro del cuerpo.
Cuando lo vio el tigre al buey, que le dijo: ―Sacame, sacame, hermano, por
favor. ―No ―que le dice el buey―, vos me vas a comer.
―No te voy a
comer, hermano; cómo voy a hacer eso. El buey que se arrimaba y se desharrimaba[1]. Al fin de tanto (p)intarlo, se había arrimau el buey, y lo sacó al
tigre y se fueron juntos. En eso que iban, el tigre iba sintiendo mucho hambre,
porque había 'tado muchos días sin comer.
Entonce que
le dice al buey: ―Teniendo carne, de zonzo me pasaré que no me la coma. Agora
te voy a comer. Y que le dice el buey muy asustado: ―¡No, no, cómo me vas a
comer, así no ha sido el trato!
En eso ven
que venía un cura a bestia[2], y que dice el tigre: ―Pongamos de juez al cura. ―Bueno― que dice el
buey.
Ya lo
pararon y le pidieron al cura que fuera juez, y le contaron todo, y le dijeron
que el tigre lo quería comer al buey.
El cura
'taba más asustau que el diablo. Cuando le hicieron ver el caso, pensó que si
él decía que el tigre no lo tenía que comer al buey, lo iba a comer a él;
entonce dio la sentencia que lo tenía que comer el tigre al buey.
El buey
decía que eso no podía ser, que tenían que buscar un juez mejor, que eso no era
justo. En eso que 'taba áhi, cuestionando, llega Juan del Campo. Ya lo llamaron
de juez, y éste dijo que cómo había siu el caso. Ya le dijieron que el tigre
había 'tau cáido, entre unas piedras, que no podía salir, y que áhi se iba a
morir si no lo sacaba el buey. Y entonce dice el zorro:
―¡Ah, usté
tiene que ir aonde 'staba! Es de la única manera que yo me voy a dar cuenta. El
tigre no quería ir, pero el juez lo echó no más por la melga. Y ya lo hizo ir
que se tire como había 'stau. El tigre fue y se tiró entre las piedras, y el
buey le puso las piedras que lo apretaban, y lo pircó [3]más bien de lo que había 'stau.
Entonce el
zorro dijo que lo dejen áhi, por desagradecido, que no lo saquen más. Y así les
salvó la vida al buey y al cura.
―Bueno, ¿qué
vale lo que me has salvado la vida?― que le dice el cura. Le dice el zorro: ―No
vale más que, mi familia que es tan larga y tan perseguida de los perros, que
aonde quera la matan, le rece un responso cuando encuentre alguno de mis
parientes muerto. ―¡Cómo no!― le dice el cura.
Se separaron
los tres, y se fueron muy agradecidos el buey y el cura.
A poco andar
no más, fue el cura y encontró un zorro muerto ―éste era el mismo Juan del
Campo que se hacia el muerto―, para ver si cumplía o no el cura. Ya el cura se
bajó y le dijo un responso. Y siguió. A poco andar, como a dos cuadras, otro
zorro muerto -y era el mismo Juan. ―¡Ay, cierto!― que dice el cura, tenía razón
mi amigo que su familia era muy perseguida.
Se bajó y le
rezó al muerto, y siguió. A poco andar, otra vez, otro muerto. Se bajó y le
dijo otro responso, y siguió. A poco andar, otro zorro muerto. Ya se bajó y le
rezó. Áhi cerca no más otro zorro muerto. Ya se bajó el cura muy fastidiado, y
le rezó ligero y siguió. Más adelante, otro zorro muerto.
El cura se
bajó enojadísimo, lo agarró al zorro de la cola y le dio un golpazo sobre unas
piedras. El zorro medio moribundo le decía, en las últimas voces:
―Un bien con
un mal se paga―. Y se acabó.
Felisa Chaves de Páez, 56 años. San Agustín. San
Juan, 1947.
Lugareña inteligente. Gran narradora. Pronuncia la
y y la ll, diferenciándolas
como en todo el Noroeste de San Juan, a la manera
de Castilla la Vieja.
Notas de
Vidal de Battini.
[1] En Valle Fértil y regiones de Jáchal, se
pronuncian algunas palabras que llevan des, con la s
de este prefijo fuertemente aspirada.
de este prefijo fuertemente aspirada.