Tuesday, May 15, 2012

Cuentos folclóricos de San Juan



Aquí tienen una pequeña recopilación de cuentos de índole folclórica, que parecen en la colección fantástica “Cuentos y leyendas populares de la Argentina” de Vidal de Battini. Después de cada cuento hay una descripción de la persona que contribuyó al cuento. Incluyo las notas que acompañan el texto de Vidal de Battini. Verdaderamente sirven estos cuentos como una demostración del castellano sanjuanino en un contexto bien criollo y de raigambre cuyana. Mantuve la ortografía fonética de Vidal de Battini, así que por estau, léanse estado, aonde por a donde, etc.  

Un bien con un mal se paga

Que eran dos bueyes que sabían andar en un campo. Por áhi viene un tigre y que se comió uno. Un día, el güey que quedó solo, que oye que un animal bramaba. No se daba cuenta qué animal podría ser. ―Ha de ser mi compañero ―que dice.

Créiba que era el alma del buey muerto. Se acercó aonde se óiba el bramido. Había siu un tigre que había estau de espaldas entre unas piedras, áhi, encajau. 
Dicen que el tigre caendo de espaldas no puede dar vuelta, que es muy duro del cuerpo. Cuando lo vio el tigre al buey, que le dijo: ―Sacame, sacame, hermano, por favor. ―No ―que le dice el buey―, vos me vas a comer.

―No te voy a comer, hermano; cómo voy a hacer eso. El buey que se arrimaba y se desharrimaba[1]. Al fin de tanto (p)intarlo, se había arrimau el buey, y lo sacó al tigre y se fueron juntos. En eso que iban, el tigre iba sintiendo mucho hambre, porque había 'tado muchos días sin comer. 

Entonce que le dice al buey: ―Teniendo carne, de zonzo me pasaré que no me la coma. Agora te voy a comer. Y que le dice el buey muy asustado: ―¡No, no, cómo me vas a comer, así no ha sido el trato!

En eso ven que venía un cura a bestia[2], y que dice el tigre: ―Pongamos de juez al cura. ―Bueno― que dice el buey.
Ya lo pararon y le pidieron al cura que fuera juez, y le contaron todo, y le dijeron que el tigre lo quería comer al buey.

El cura 'taba más asustau que el diablo. Cuando le hicieron ver el caso, pensó que si él decía que el tigre no lo tenía que comer al buey, lo iba a comer a él; entonce dio la sentencia que lo tenía que comer el tigre al buey.

El buey decía que eso no podía ser, que tenían que buscar un juez mejor, que eso no era justo. En eso que 'taba áhi, cuestionando, llega Juan del Campo. Ya lo llamaron de juez, y éste dijo que cómo había siu el caso. Ya le dijieron que el tigre había 'tau cáido, entre unas piedras, que no podía salir, y que áhi se iba a morir si no lo sacaba el buey. Y entonce dice el zorro:
―¡Ah, usté tiene que ir aonde 'staba! Es de la única manera que yo me voy a dar cuenta. El tigre no quería ir, pero el juez lo echó no más por la melga. Y ya lo hizo ir que se tire como había 'stau. El tigre fue y se tiró entre las piedras, y el buey le puso las piedras que lo apretaban, y lo pircó [3]más bien de lo que había 'stau. 

Entonce el zorro dijo que lo dejen áhi, por desagradecido, que no lo saquen más. Y así les salvó la vida al buey y al cura.

―Bueno, ¿qué vale lo que me has salvado la vida?― que le dice el cura. Le dice el zorro: ―No vale más que, mi familia que es tan larga y tan perseguida de los perros, que aonde quera la matan, le rece un responso cuando encuentre alguno de mis parientes muerto. ―¡Cómo no!― le dice el cura.

Se separaron los tres, y se fueron muy agradecidos el buey y el cura.

A poco andar no más, fue el cura y encontró un zorro muerto ―éste era el mismo Juan del Campo que se hacia el muerto―, para ver si cumplía o no el cura. Ya el cura se bajó y le dijo un responso. Y siguió. A poco andar, como a dos cuadras, otro zorro muerto -y era el mismo Juan. ―¡Ay, cierto!― que dice el cura, tenía razón mi amigo que su familia era muy perseguida.

Se bajó y le rezó al muerto, y siguió. A poco andar, otra vez, otro muerto. Se bajó y le dijo otro responso, y siguió. A poco andar, otro zorro muerto. Ya se bajó y le rezó. Áhi cerca no más otro zorro muerto. Ya se bajó el cura muy fastidiado, y le rezó ligero y siguió. Más adelante, otro zorro muerto. 

El cura se bajó enojadísimo, lo agarró al zorro de la cola y le dio un golpazo sobre unas piedras. El zorro medio moribundo le decía, en las últimas voces:
―Un bien con un mal se paga―. Y se acabó.

Felisa Chaves de Páez, 56 años. San Agustín. San Juan, 1947.
Lugareña inteligente. Gran narradora. Pronuncia la y y la ll, diferenciándolas
como en todo el Noroeste de San Juan, a la manera de Castilla la Vieja. 
Notas de Vidal de Battini.






[1] En Valle Fértil y regiones de Jáchal, se pronuncian algunas palabras que llevan des, con la s
de este prefijo fuertemente aspirada.
[2] a bestia: a caballo. Es expresión regional.
[3] pircó, de pircar: construir una pared de piedra en seco. En este caso se usa en sentido
metafórico por apretar con piedras abundantes y bien colocadas.